
Gracias a la estupenda combinación de trenes de RENFE, descartamos casi
de inmediato el tren como medio de transporte (desde aquí, aprovecho
para lanzar mi más constructiva queja sobre el pobre servicio que esta
compañia ofrece a los ciclistas) y tuvimos que montar el portabultos al
coche para subir las bicicletas desde Castellón hasta Calamocha. Una
vez allí, aparcamos el coche en la plaza mayor, montamos las alforjas y
empezamos tranquilamente la ruta, aprovechando que el tiempo nos daba
una tregua sin agua. Así fue como seguimos el camino marcado en el GPS
y nos dirigimos a Monreal del campo, no sin nuestra dosis de caminos
inexistentes y de

caminatas por olvidados cauces de rio para encontrar ruta hacia el
destino.

Puesto que nuestro primer tramo constaba únicamente de unos 25Kms sin
apenas desnivel, tuvimos tiempo de parar donde nos apetecía, descansar
y disfrutar de las areas recreativas.

Al final llegamos a Monreal del campo y descansamos de la ruta
saboreando las delicias del terreno y la cervecita Ambar, que por
cierto esta muy ligera. La ciudad parecia grande, pero a pesar de ser
Sábado, no se veía mucho movimiento, y salvo la visita obligada al
casco antiguo y al museo del Azafrán, poco más pudimos ver. Así que
seguimos nuestra campaña descubriendo bares, viendo que se nos daba tan
bien ;-)

.

La noche la pasamos en el hostal 'El Botero', aunque no os lo
recomiendo. Herren Simpatía saben como tratar a los clientes, sin duda.

A la mañana siguiente, tras visitar parte de los Ojos del Jiloca, la
lluvia hizo acto de presencia y nos obligó a enfundarnos los
impermeables. A lo lejos se oían los truenos retumbar (lo que hacía
acelerar sin medida a Rosa) y aunque la tormenta buena estaba alejada,
la verdad es que en ocasiones el agua molestaba hasta el punto que
tuvimos que abandonar primero los caminos pasa pasarnos a carreteras
comarcales y más adelante éstas para saltar a la nacional y llegar
cuanto antes a Cella. Para más inri la ruta prevista era de 55 Kms y al
llegar a Cella y ver la ubicación del Hostal que habíamos elegido,
decidimos alargarla casi 25Kms más hasta Teruel.

Y digo 25 porque aunque inicialmente debieran haber uns 15Kms, al
habernos desviado hacia la ruta minera, comprobamos que el acceso desde
ésta hacia Teruel Ciudad no esta nada bien indicado y al final nos tocó
improvisar un atajo para llegar a la ciudad de los Amantes. Por
supuesto el atajo tenía todo lo necesario para ser un buen atajo: mal
firme, grandes desniveles, incertidumbre, etc.

Pero valió la pena y finalmente llegamos más bien tarde a la ciudad,
donde al fin podríamos reposar saboreando un buen jamón de la zona.
Entre otros lugares, visitamos la Meca del Jamón de Teruel, el Rokelín
original, la cúspide de la pirámide alimenticia. No hay que decir que
aunque Teruel no es una gran ciudad, nos brindaba muchas más
oportunidades que el resto de los pueblos por los que habíamos visitado.

A la mañana siguiente, dejamos las bicicletas aparcadas y fuimos en
tren a buscar el coche que habíamos dejado en Calamocha, para, desde
allí, visitar las Lagunas de Gallocanta, y algunos pueblos de la
comarca dle Jiloca.

También aprovechamos para comer en el restaurante de Carlos (que no
Karlos) Arguiñano en Calamocha. Qué qué? Pues chiquillos! MUY
recomendable, y por supuesto su jamón con denominación de origen, no
tiene nada que envidiar a otros con más renombre.

Al día siguiente, ya con el coche en Teruel y mejor
tiempo, centramos nuestras visitas en la sierra de Albarracín,
en concreto en el precioso pueblo de Albarracín,

donde visitamos el antiguo acueducto escavado en la roca (con Igor)

y su magníficamente bien conservado casco antíguo.
A la noche, como cada día, seguimos con nuestra ruta milenaria de los
bares, y asi fuimos agrandando nuestros conocimientos de la ciudad de
Teruel. Teníamos que retomar fuerzas, ya que a la mañana siguiente,
debíamos continuar en bici hasta la Estación de Mora, donde haríamos
noche en la Casa de la Estación. (Suena a casa de la Pradera, no?)

Empenzamos la ruta no demasiado pronto, como en el resto de ocasiones,
tras un merecido desayuno. Y como el tiempo había salido estupendo,
pudimos comer en las zonas habilitadas de la via verde,

darnos una siestecita al sol sobre unas traviesas de tren y

hasta leer tranquilamente nuestros libros disfrutando de la
tranquilidad del paraje durante las vacaciones.

Poco despues llegamos a la Casa de la Estación. Como su nombre indica,
es la casa que hay delante de la estación de tren de Mora/Albentosa y
contrariamente a lo que estéis pensando, es muy, muy tranquila, ya que
solo pasan tres trenes al día. Allí estuvimos charlando con Carlos,
quien regenta la casa, y tras una repentina llamada a un socio de
Teruel, acabamos tomando el último tren de la tarde hacia Teruel para
cenar con Antonio, su primo y su hermano Carlos en el 'Tercer Tiempo',
donde hacen unas tapas estupendas y sirven otro inigualable orujito de
hierbas ;-). A las tantas, nos acompañaron hacia la salida de la ciudad
y se fueron a descansar, ya que todos no estábamos de vacaciones. A
nosotros aun nos quedaban unos Km hasta la casa, pero la autovía nos
aligeró el camino gratamente.

A la mañana siguiente, despertamos entre entre el ambiente fresco del
campo y nos despedimos de Carlos. Hasta la próxima. Así retomamos la
bajada hacia Jérica.

De nuevo el tiempo nos acompañó, y al llegar a la casa rural
que habíamos reservado,
Shariqúa (origen de la
palabra Jérica), nos quedamos embelesados con la preciosidad
de la casa y su entorno, y no pudimos resistir la tentación de alargar
un día mas nuestra estancia allí para disfrutar de toda su belleza.

La casa, apartada de la ciudad y regentada por Anna, mantenía
una perfecta armonía, ya que estaba suficientemente apartada de la
ciudad para disfrutar de la tranquilidad del campo y sin embargo se
encontraba a tan sólo 1Km del casco antiguo, por lo que no tardábamos
más de 15 minutos en bajar y subir a pié.

Jérica tenía todo lo que buscábamos, tranquilidad, preciosas vistas y
bares donde disfrutar de las cañitas al sol.

Durante las dos noches que pasamos alli, disfrutamos de los paseos a
orillas del Palancia

y de las sublimes vistas que ofrece esta ciudad en los atardeceres
ocres del otoño. (Siempre sin dejar de lado las visitas al Bar, donde
estuvieron a punto de darnos el carnet de socio del lugar).

Y así fué como llegó el triste momento de abandonar Jérica y poner
rumbo, de nuevo bajo la lluvia, hacia Sagunto, donde aún tendría que
tomar el tren hacia Mora, bajar en coche a recojer las bicis y arrear
hacia Castellón, para dar casi por terminadas las vacaciones.

Han resultado unas vacaciones estupendas, aproximadamente 250Kms
disfrutando de la compañía que me ofrecía Rosa en todo momento, la
bicicleta, el tiempo y el relax de pedalear sin prisa, sin reloj,
descansando donde nos apetecía, leyendo al sol, disfrutando de la
gastronomía del lugar, relajados. Nada que ver con otras vacaciones en
las que, finalmente, terminas peor que como empezaste. Os lo recomiendo
a todos. En cuanto tenga el track os lo adjunto.
Por cierto, que no me gustaría dejarme el agradecimiento a Gràcia, que me prestó la bici para dejársela a Rosa y a Ali, mi
compi de piso, que me dejó 'El palacio de la luna', el libro que me
acompañó en toda la ruta y me permitió disfrutar, aun más si cabe, de
esta estupenda ruta cicloturista que espero poder repetir.